Cuento dedicado al gran amor de vida, que revoloteo en mis costillas.
Esta
es la historia de un melocotón, que vivía en los campos de Chile y
soñaba con tocar el sol.
Todas
las mañana el pequeño melocotón le contaba a los otros frutos que
muy pronto visitaría esa pelota redonda media dorada, pero su
creador el árbol duraznero se enfadaba y le decía:
-
No,
no, no, eres un hermoso, rosado y apetecible bocado, así que te
mezclarán con almíbar para que te saboree un niño glotón.
Pero
el melocotón no se rendía, sabía que algún día, su destino
cambiaría.
Ya
era tiempo de cosecha y al melocotón le tocó partir en una caja
directo a Hong Kong, en dónde en muestrario de supermercado se
quedó.
-
Ahora
no sé dónde estoy, se lamentaba con desesperación, jamás volveré
a ver a mi amigo el sol.
Un
tomate muy sabio, que escuchaba al melocotón, le dijo:
-
Tienes
que ser positivo amigo, que uno nunca sabe lo que nos otorgará el
destino.
Así
pasaron tres días, hasta que un hombre puso en una bolsa al
melocotón y lo pesó
-
¡Ay!
qué
será de mí, se lamentaba el dulce fruto, me comerán de postre hoy.
Lo
que no sabía el melocotón es que quien lo había comprado era un
astronauta que buscaba provisiones para su próximo viaje al sol.
Ya
en el cohete y al mirar el espacio, este recién entendió, cumpliré
mi sueño, pensó.
Al
llegar al gran
astro de
alegría se inundo, tanto así, que no le importó convertirse en el
primer huesillo en conocer el sol.
J.E. Manama
No hay comentarios.:
Publicar un comentario