Santiago
era un pequeño ser, que habitaba en cuerpos celeste, esos que sin
querer miramos por las noches, cuando la luz de la luna nos da algo
de fortuna.
Santiago
tenía alitas y un gran sueño, viajar a la tierra y dar un respiro,
para saber lo que era estar vivo; Por eso, todas las noches sacaba a
escondidas de su creador un telescopio con vista de ultra rayo láser
y miraba a las madres que en sus vientres niños llevaban, imaginando
como algún día podría estar en una barriga bailando mientras las
estrellas alumbraban.
Una
tarde el creador lo llamó y le dijo:
-
Santiago pronto te pondrás mayor, necesitamos que las alas aprendas
a usar, así que mañana saldrás por primera vez al universo
explorar, pero recuerda que no podrás ir a otras galaxias, hasta que
cumplas una edad apropiada y tu inducción este aprobada.
Santiago,
se puso feliz, por fin su sueño podría cumplir.
-
Practicaré mucho creador y prometo no acercarme al sol, solo tengo
una pregunta, ¿tú crees que pueda ir a la tierra un par de meses?
siempre he soñado con conocerla y esta seria mi chance para
visitarla.
-
Está bien pequeño, pero que no sea por mucho tiempo, lleva una
mochila y procura no asustar, que ellos no saben lo cerca que podemos
estar.
-
No hay problema creador y así con solo un sueño partió, poder
respirar y saber lo que siente que el oxígeno llegue al corazón y
todo sea un solo ritmo en la constelación.
Al
llegar a la tierra Santiago se debió camuflar y en el cuerpo de una
madre tuvo que anidar. Desde su vientre conoció el mundo, probó la
comida cuando en la guatita crecía, también conoció algo de la
tristeza de su progenitora, pero más sintió sus risas y carcajadas,
miles de mimos y el calor de la mano de su padre cada vez que en la
barriga lo acariciaba.
Santiago
tenía un propósito definido, él no quería ser niño, su madre al
principio no podía entender y mucha sal de tristeza lo hacia beber,
pero llegó el día en que ella comprendió y con alegría lo acogió,
lo protegió, tanto que jamás se olvidarían aquellos dos.
Así
pasaron nueve meses, los mejores que había tenido, siempre regalón
y lleno de arrumacos...hasta que su madre decidió que debía nacer,
que alegría más grande, pensó, por fin podré sentir el mundo en
mi infinito ser…
Cuando
Santiago salió de panza, solo pudo unos segundos sentir y respirar,
que cosa más maravillosa, se dijo, esto es mejor que volar. Al mirar
en el cuarto detuvo un instante el tiempo, observo lentamente a su
madre, quien tenía una lágrima de emoción, que linda es, asintió,
en la siguiente vida nos veremos por siempre amor.
Pasaron
instantes y el tiempo tuvo que empezar a correr, rápido lo llevaron
a otra habitación donde todos lo esperaban, sabían que su visita
seria corta así que lo arrullaron y muchos besos en sus manitas le
regalaron.
Santiago,
cerro los ojos y nuevamente en ángel se convirtió, tengo que llegar
rápido a mi hogar, recordó, o sino creerán que choque con un
meteorito y me impedirán volar rapidito.
Al
llegar a su mundo, el creador muy satisfecho lo esperaba, te estuve
vigilando y volaste muy bien, te felicito pequeño, ahora otros
mundos puedes conocer.
Santiago
estaba feliz, esa tarde vio como sus padres fueron a despedirlo a una
casa muy silenciosa, que lindos son, esbozo, menos mal que elegí a
dos humanos hermosos como yo.
Desde
ese día, Santiago tiene nuevos sueños que cumplir, pero cada
momento es más feliz, porque sabe que alguien en la tierra lo
quiere, así como el sol ama al mes de diciembre.
Fin
J.E.
Manama
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